Gritos de asfixia, sudor cocinando mis ojos,
¿Será mi final?
¿Seré víctima del veneno que corre por mis arterias?
¿Tú lo sabes? Dime, necesito oír tus murmullos en mi oreja.
Necesito encontrar tu sombra una última ocasión,
Sentir tu lengua paseándose por los cráteres de la mía,
Eres el final de mi lista, mi última despedida,
¿Qué te diré? Eres mi último amor, mi último beso.
Llegó el momento de desprenderme de tu iris,
Me tiraré al vacío, mis manos resbalaran de tus pestañas,
Quedaré mudo de tanto gritar mientras espero la caída,
Me conocerán como el ángel que se soltó de tus ojos.
Sin vuelo se cubrió en sus plumas de dolor,
Antes de besar la tierra se cortó la cabeza,
Era necesario dormir, para empezar a soñar,
Aseguremos mi muerte señora espada.
No me daré el lujo de sobrevivir,
No dejaré que me veas agonizar,
Empapado en sangre, bañado en vómito,
Tus bellos ojitos no mirarán mi Armagedón.
Acerca de mi final no hay nada escrito,
No hay un libro que me mencione,
Sería imprudente que lo hubiera,
Imprudente sería ser más que un ángel caído.
Caído de tus labios, caído de tus ojos,
Resbalón sobre tus mejillas bronceadas,
Dolor por dejar tus pechos desangrados,
Pavor por no tener tus pezones en mis manos.
Caía con desesperanza, con la mirada persistente
Con el dolor en el vientre y en el alma,
A un instante de esfumarme como humo de cigarro,
Me fumé un proyectil y mi cerebro se derritió en el orgasmo.
Comencé a gritarte con mis binoculares ciegos,
Imploraba tu piedad, y te demandaba ayuda,
Suplicaba de rodillas, lloraba lágrimas podridas,
Lagrimas ajenas, lagrimas secas quemaban mi pecho.
Pregunté:
¿Quién soy?
Nadie pudo responder y busque mi respuesta…
Soy un reflejo de agua turbia,
Un pedazo sobrante en el vientre de mi madre,
Costal de objetos inservibles,
Basura que los hombres echaron.
Me llenaron de sus babas durante estos años,
Me hicieron conformarme con cargar sus desperdicios,
Cargo en mi mochila perros muertos,
Cargo estiércol que ensucia lo poco valioso que tenía.
Mis lágrimas duelen como torturas brutales,
Dejaré hoy el costal, peso que no me deja buscarme,
No me ha dejado descubrirme ni pensarme,
Me detendré y arañaré las paredes
Hasta que se rompan las uñas.
Arráncame los cabellos uno por uno,
Sácame los ojos,
Tíralos al mar en una botella,
Comete mis sesos uno por uno.
Golpea mi cabeza con tu martillo,
Sacúdela, hazla temblar hasta vomitar,
Hasta que se ahogue en su propia sangre;
Córtame los dedos, guárdamelos en la lonchera,
Qué algún día calmarán mi hambre.
Hoy es el momento, la hecatombe de mis días,
Hecatombe del cielo, devórame en tus naguas,
Perfórame los hijos con tus balas de meteoro,
Haz temblar la tierra, poséeme entre tus piernas.
Estrangúlame en tus paredes,
Déjame eyacular mi dolor,
Congélame en tu clítoris,
Dime adiós y aléjame de tus senos.
Por último tritura mis huesos,
Dibújame en pedacitos por las calles,
Deja correr mi sangre en los ríos,
Que los hombres vean mi aspecto.
Deja que los cuervos me coman y mueran,
Que se den cuenta lo que produce el mundo,
Que los animales no quieran comernos,
Podrían indigestarse, enfermar y podrirse.
Quizá algunos reflexionen y hagan fiesta por mi muerte,
Haría una reverencia pues lo han entendido,
Más vale morir con la esperanza de resucitar,
Salir de la piedra como flor, como aire, como mariposa.
Entierra mis restos bajo tierra,
Alimentaré las flores y tendré sentido,
Quizá así llegue de nuevo ante tus ojos,
Cómo bella flor que te es obsequiada.
Quizá camines por allí y sientas cosquillas,
Te detengas y veas una mariposa que se posa en tu nariz,
Que viéndote a los ojos te seduzca y te invite a bailar,
Que la vida termine con un movimiento eterno,
Con una danza pasional…
Sobre tu nariz.
©Rafa Salinas.
03/Nov./08
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